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Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala
Nací en Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala, el 3 de enero de 1940 o sea que actualmente tengo la friolera de 76 años. Estudie la carrera magisterial, un poco de Periodismo y fui pre-graduado en Diplomacia ya que sólo me faltó para graduarme, el examen de idiomas, al que nunca me sometí. Ni modo. Hasta la llegada a la municipalidad luciana, del alcalde "amigo de todos, pero no de los intelectuales" me desempeñé como Coordinador Municipal de Cultura y en el área de comunicación social de mi pueblo, en lo relativo a redacción (porque como muchos saben, a causa de un cáncer de laringe, estoy privado del don del habla desde el año 2000). Pero también sigo escribiendo poesía, cuento y -desde agosto del año 2015 ya no sigo editando mi propio medio de comunicación, la Revista COTZUMALGUAPA, a la que le pusimos el apodo de "LA REVISTA DIFERENTE"-. Por lo demás, sigo pensando, escribiendo y actuando con definida inclinación de izquierda.

viernes, 19 de febrero de 2010

AUNQUE USTED NO LO CREA

Carlos Barranco R.

No le voy a contar en esta oportunidad una de esas historias que por la tele nos cuenta el equipo de producción de los programas de Ripley. No. Lo que le voy a relatar está sacado estrictamente de nuestra realidad cotzumalguapense subdesarrollada. Y creo que lo hago mas que todo, por el deseo de liberar un sentimiento de frustración que se me manifestó al ser testigo de algo que, sinceramente es deplorable y dan ganas de compartirlo para ver si de alguna manera se va fortaleciendo el sentido de responsabilidad ciudadana y todos aportamos algo, para tratar de cambiar la situación de nuestras comunidades que en materia de inseguridad, sinceramente, llora sangre.

Déjeme pues entrar en materia y contarle: hace unos días, digamos que mas o menos a las 9.30 de la noche, cuando ya los vecinos estábamos disponiéndonos a descansar, se principió a escuchar un escándalo mayúsculo en la cuarta avenida, a pocos metros de la cuarta calle de la zona central de esta ciudad. Le cuento la ubicación, para que vea que el suceso se estaba realizando a mas o menos 150 metros del parque central, de la municipalidad y de la sub-estación de la policía nacional civil.

Un jovencito, flaco, pero flaco en serio, casi podría decirse, de complexión insignificante, -podría aventurarme a decir que no contaría mas allá de los 22-25 años de edad- con evidentes señales de estar bajo el influjo de alguna droga o en su defecto, con una borrachera de muy padre y señor mío, estaba tratando de echar abajo un portón de metal, (afortunadamente) a golpes y gritos desaforados.

Un amigo (de él, por supuesto) o por lo menos su compañero, trató de convencerlo durante por lo menos diez minutos, de que desistiera de su empeño. Pero fue en vano. Las patadas y la ira en lugar de menguar, se acrecentaban a cada momento. Con razón o sin ella, el agresor reclamaba determinado pago a los habitantes de esa casa, quienes suponemos que hicieron bien en no abrir la puerta, porque quién sabe que consecuencias podría haber tenido una acción en ese sentido.

Los transeúntes que en esa avenida son muchos, y los vecinos se empezaron a reunir a ver el circo… -guanaca que es la gente, dirían nuestras abuelitas- y algunos optaron por llamar por teléfono a la policía. Nos consta que a una de las llamadas, respondió una voz desde la sub-estación: “en este momento vamos a coordinar un operativo”. Pero créame, si a pié se hubieran venido los agentes a “tomar cartas en el asunto” como dicen los periodistas, habrían llegado en tres minutos. Recuerde que estaban a menos de cuadra y media de distancia. Pero pasaron por lo menos otros diez o quince minutos de gritos y patadas y como cuarenta motoristas detenidos a media avenida, para prevenir que les tocara algún golpe perdido por parte del energúmeno, hasta que por fin llegaron dos agentes, (2) tripulando una moto. y allí vienen una sarta de errores:

Primer error: que hayan llegado nada mas dos agentes a tratar de dominar a un ciudadano violento.
Segundo error: que sólo uno de ellos se bajó de la moto, a tratar de dominar al interfecto y el otro se quedó sentado cómodamente en el vehículo. El agente que se enfrentó al presunto agresor, obviamente fue recibido con lujo de violencia y ante la furia desatada del jovencito, rodó junto con él por el pavimento, ante el asombro y la risa de los “mirones”. Ante tanta gente, los oficiales no podían hacer uso de sus batones para “convencer” a golpes al sujeto.

Tercer error: El agente que estaba en la moto se bajó de ella y entre los dos se pusieron a forcejear con el agresor y luego de lograr tenderlo en el suelo, le aplicaron las esposas. Eso no es un error, pero sí lo es, que a ambos oficiales se les olvidara que a una persona que esté haciendo uso de la violencia se le deben colocar las esposas con los brazos hacia la espalda. No, nuestros dos amigos policías lo “enchacharon” con las manos por delante y entonces el compa aquel se defendía a golpes y empellones y fue hasta que llegó un tercer policía que lograron llevárselo caminando hacia la sub-estación.

No queremos ni imaginar que habría pasado si el individuo de marras hubiera estado armado con algún objeto punzo-cortante o contundente. O si en vez de ser un tipo flaco se hubiera tratado de alguno corpulento, forzudo y con unas 30 o cuarenta libras mas... No habrían salido bien parados los señores policías. Pero, ¿será que en la Gloriosa Academia no les enseñan con claridad cual es la forma de actuar en cada caso particular?

Nos quedamos pensando: ¿Esta es la clase de seguridad que nos brindan los señores de la policía nacional civil? De plano, mejor es esperar que Dios nos libre o que el Chapulín Colorado nos defienda…