Carlos Barranco R.
Por
el momento han sido pocas las opiniones que he recibido de parte de algunos de
mis tres o cuatro (son un poco más, en realidad) lectores respecto de mi reiniciada tarea periodística, ahora por este medio y por Faceboock. Pero en estos casos
lo que se valora no es la cantidad sino la calidad de quienes emiten sus
comentarios. Y son en realidad valiosas esas opiniones por venir de quienes
vienen. Por lo mismo no quise acallar a los diablillos de mi vanidad y me
permito reproducir aquí lo que algunos de ellos me dijeron:
Luis
Rudy Xalin, escribió: "Hace más de 10 años, en febrero 2003, vio la luz
pública mi primera publicación. Sin saber a qué me estaba metiendo, le pedí a
mi amigo, el periodista, que me cediera un espacio para darle rienda suelta a
mi inquietud y convertirme en un autor publicado. Así principié a escribir en
la revista “Cotzumalguapa”. Ahora que solamente me queda decir: ¡mil
gracias!"
Rafael
Guevara, escribió: "Mano, adelante, que tus comentarios, sea en aquella o
en esta tribuna son serios, interesantes, profesionales, constructivos y
atinados, te felicito por tu infaltable lealtad y dedicación."
Edward
Portillo, escribió: "Adelante y muchos éxitos en esta nueva faceta."
Heather
Paz, escribió: "Adelante tío. Lo veremos en nuevo medio de
comunicación"
Carlos
Omar Barranco, escribió: "Qué bueno que seguirás escribiendo. Lectores,
aquí estamos."
Byron
Boris Barranco, escribió: "Transformar la conciencia social sólo deja
pisto cuando se hace en detrimento de la misma."
Alvaro
Morales, escribió: "Estaré al pendiente de lo que se te ocurra escribir,
sé que se tratará de cosas que traerán beneficio, ayudaran a discernir y a
orientar a los paisanos, en las diferentes situaciones que se dan en el país, y
en nuestro querido terruño. Adelante Carlos.
Así
que, con esos generosos impulsos, aquí vamos con el primero de los artículos
ofrecidos. Y en esta oportunidad enfocaremos la opinión sobre un tema que es de
mucha actualidad y que es motivo de sesudos análisis. Especialmente de parte de
quienes defienden a ultranza la llamada “equidad de género” por medio de la
cual se pretende que hombres y mujeres debemos tener un similar papel en
TODOS los aspectos de la vida, pero
especialmente en los ámbitos que tienen que ver con lo político.
No
vamos a perder tiempo analizando si eso de género masculino y femenino sólo se
debe utilizar gramaticalmente y que las personas, lo que tenemos se denomina
sexo femenino y sexo masculino. Eso dejémoslo de tarea a los filólogos.
Aquí
lo que nos interesa es lo relativo a que en nuestro medio se está discutiendo
la dizque necesidad de legislar para que las féminas tengan un 50% de
participación en las entidades políticas, en los puestos públicos de elección
popular y en otros espacios de poder. Y ha habido quienes recientemente han puesto el grito en el cielo porque en determinado
foro y alguna oportunidad ya se habló de permitir para las mujeres una cuota
del 30%. Algo inequitativo, dicen…
No
vamos aquí ni siquiera a insinuar determinados porcentajes. Es que no creemos
que esa sea una solución a la marginalidad femenina en algunos espacios de la
vida en sociedad y especialmente en lo referente a la actividad pública.
Creemos que eso pasa por un campo diferente que se llama EDUCACIÓN. Que no
debe ser a través de cuotas que se obtenga la oportunidad de destacar. Ni el hombre ni la mujer. Más bien debiera ser por méritos. Por capacidad. Por
liderazgo. Por alguna clase de superioridad y que además, esta, no sea la
económica.
Creemos
que los espacios de decisión cuyo buen o mal uso beneficien o afecten a las
comunidades, no se deben otorgar a través de una amable o generosa cotización.
Sino por los méritos de que se pueda hacer gala. ¿De qué serviría tener un 50%
de mujeres en un congreso, en un gabinete, o en 334 municipalidades si la gran
mayoría de ellas hubiese alcanzado esa distinción simplemente por llenar la
cuota?
Y
en nuestro sistema político hay otra gran dificultad que habría que solucionar
antes de darle el OK al asunto de las cuotas. Es el de la reforma a fondo del
sistema electoral. Porque aceptemos de entrada que el 50% de mujeres candidatas
que habría en un hipotético futuro fuesen muy bien preparadas, capaces y aptas
para el servicio público, pero… y allí es donde la puerca tuerce el rabo: para
ganar una elección no sólo deberán ser mujeres preparadas sino lo más
importante en nuestro medio: deberán tener suficiente dinero como para comprar
sus nominaciones y después para pagarse la campaña. Debemos reconocer que nuestro
sistema es corrupto por los cuatro costados. Aquí (para ganar elecciones, entre hombres, mujeres o
gays), lo que manda es la plata o no?
Si
a cuotas de 50% vamos, vayamos siendo de verdad parejos, que sea en todo, ¿no?
que haya un 50% de hombres y un 50% de mujeres en la policía, en el magisterio,
en los juzgados, en las magistraturas, en los ministerios, en las direcciones
generales, en los hospitales y Centros de Salud, en el Ejército, en las compañías de
bomberos, en fin… ¿por qué habría de ser nada más en las esferas de poder… de
gobierno…? Y entonces, ya en términos de pedir, que, también por ley, de entre ese 50% haya un cierto porcentaje de
mayas, garífunas y xincas para que los cuatro pueblos que forman nuestra
diversidad estén representados, no? Y si tanta es la cuestión de que seamos
iguales en TODO: para empezar que se suprima esa discriminatoria ley que en
nuestro país impide condenar a la pena de muerte a una mujer. O todos peludos o
todos rabones. No cree?