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Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala
Nací en Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala, el 3 de enero de 1940 o sea que actualmente tengo la friolera de 76 años. Estudie la carrera magisterial, un poco de Periodismo y fui pre-graduado en Diplomacia ya que sólo me faltó para graduarme, el examen de idiomas, al que nunca me sometí. Ni modo. Hasta la llegada a la municipalidad luciana, del alcalde "amigo de todos, pero no de los intelectuales" me desempeñé como Coordinador Municipal de Cultura y en el área de comunicación social de mi pueblo, en lo relativo a redacción (porque como muchos saben, a causa de un cáncer de laringe, estoy privado del don del habla desde el año 2000). Pero también sigo escribiendo poesía, cuento y -desde agosto del año 2015 ya no sigo editando mi propio medio de comunicación, la Revista COTZUMALGUAPA, a la que le pusimos el apodo de "LA REVISTA DIFERENTE"-. Por lo demás, sigo pensando, escribiendo y actuando con definida inclinación de izquierda.

viernes, 17 de julio de 2009

LA TRAGEDIA DE CINDY

(Este artículo lo publicó recientemente mi hijo Carlos Barranco Aguirre, en Veracruz, Veracruz, México. Por la crudeza de la crónica me permití reproducirlo. Carlos Barranco Rodriguez)



Cuando una adicta muere por sobredosis su historia no se publica en la portada de los periódicos. Es algo así como si la misma sociedad que le proporcionó la droga ahora dijera “ella se lo buscó”. El hecho es tan común que no amerita más que un espacio en las páginas interiores o quizá ni eso.

Fue terrible saber que Cindy murió por sobredosis. La droga nos ganó la pelea una vez más. No hay quien pueda sobrevivir en un combate mano a mano con la sustancia de su adicción, sea del tipo que sea, o llámese como se llame. Desde 1935 los alcohólicos anónimos han pregonado que solo con la ayuda de Dios es posible salvarse. La experiencia de millones de alcohólicos y adictos recuperados así lo confirma. Pero los números son fríos. Apenas se le hacen cosquillas al problema. De acuerdo con la oficina de Política Nacional para el Control de Drogas de los Estados Unidos, Chihuahua es el estado del norte de México en el que se consume más la heroína. Un estudio realizado por la OPNCD a 37 mil 95 pacientes en rehabilitación en la frontera norte, reveló que de los adictos que consumían heroína, el 43 por ciento se localizaba en el estado grande. Dentro del mismo grupo el 92 por ciento consumió marihuana como primera droga y como segunda y tercera respectivamente, la cocaína y el alcohol.

Los antros, las discotecas y los centros nocturnos son los sitios de distribución más usados por los “pushers” para comercializar sustancias tóxicas entre los jóvenes. Las alternativas de rehabilitación se ven cada vez más disminuidas en su eficacia porque el problema se hace cada vez más grande. Cada día es más fácil el acceso a las sustancias y en el seno de las familias siguen gestándose abusos y abandonos. Nadie puede levantar el dedo y acusar a un muchacho de 15 años que se mete cocaína, sin primero preguntarse a si mismo si no ha sido parte del problema. Adictos que no buscan o no aceptan o no quieren ser rehabilitados y parientes que prefieren callar antes que actuar, son quizá dos factores determinantes para que la lucha contra el consumo sea tan desigual. Lo peor de todo es que un adicto no es simplemente un loco inadaptado.

De acuerdo con la medicina es verdad que nació con una predisposición genética o hereditaria, pero no es menos cierto que influyeron otros factores como tener modelos de conducta condescendientes con el consumo o ser víctima de abusos de los que no tenía manera de defenderse. Por eso la historia de Cindy es una tragedia social. Un golpe devastador para quienes vimos de cerca su lucha por mantenerse limpia, y una dura anécdota para quienes siguen peleando por no bajarse del barco de la sobriedad. Hoy sus ojos descansan en un lugar tranquilo, como el cielo despejado que la vio morir la madrugada del sábado 11 de julio. El 15 de octubre de este año Cindy cumpliría veintitres años. En las mañanas trabajaba como asistente en una oficina y en la tarde estudiaba en una universidad privada. Llevaba tres años sin drogarse. Estaba a punto de titularse. El último aliento de su boca, apenas suave soplo que escapó de su cuerpo indefenso, no pudo escucharse en el noticiero nocturno. Pensar que su lucha contra la adicción y su muerte queden en el anonimato, por los prejuicios sociales, el que dirán o el miedo, es un acto de cobardía inaceptable.

El drama de los adictos es terrible. Fueron víctimas de violencia intrafamiliar, abandono, desdén, repudio y abuso de cualquier índole. Cargaron con la culpa de su personalidad resentida desde mucho antes de tener contacto con su primera vez. Se sentían inadaptados, locos, locas, diferentes, hipersensibles, creyzis...hasta que llegó la sustancia de sus vidas envuelta en un ramo de yerba, un pedazo de aluminio brillante, una pipa de lata, una pastilla rosa, una mirada de angel, estopa y tinta fuerte, thiner y resistol, barbitúricos, psicotrópicos, hongos alucinógenos o una copa de alcohol.

Alguna vez Cindy me dijo que el efecto de las metanfetaminas -tachas- es muy bonito. Sientes que nada importa, sientes felicidad en cada poro de tu piel, en cada pensamiento. Con el cristal o la heroína la sensación es mucho más grande, mucho más placentera. Todo se vuelve paz. Felicidad pura, amor por todos, amor sin fin, amor eterno, amor inmenso...amor letal. Son pocos los que, habiendo conocido a Cindy, se atreverían a escribir sobre su muerte. Decir abiertamente que era una chica de 22 años con problemas de adicción suena fuerte.

Si estando vivo la familia no quiere que se sepa que tienes un "problema" de drogas, ya muerto, el trago es más amargo que una cucharada de quinina. En la foto que la prensa digital publicó el sábado parece que estuviera dormida. Lloré un poco al mirarla. Abracé a mi esposa y a mi hija y empecé a escribir este artículo. Recordé que Cindy me regaló la canción de "Michelle" de los Beatles para que se la pusiera a mi niña, que así se llama. Volví a llorar. Se que la enfermedad de un alcohólico o alcohólica es la misma, pero las sustancias han evolucionado. El mal ha encontrado en las drogas el vehículo ideal para acelerar su pandemia. Entre nosotros -los que somos adictos- la contradicción de nuestra existencia es que una dosis o una copa o una pastilla o un jalón, podrían ser demasiado y mil no serían suficientes.

Adicto quiere decir "no dicho", por eso pienso que esta historia debe ser contada, para que otras y otros la puedan ver un poco más de cerca, y si ponen atención, busquen ayuda antes que sea más tarde. Si tu crees que eres una de las nuestras, o uno de los nuestros, mejor ve a un grupo y échale ganas. Esta puede ser tu última oportunidad. Descanse mija, descanse en paz.

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