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Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala
Nací en Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala, el 3 de enero de 1940 o sea que actualmente tengo la friolera de 76 años. Estudie la carrera magisterial, un poco de Periodismo y fui pre-graduado en Diplomacia ya que sólo me faltó para graduarme, el examen de idiomas, al que nunca me sometí. Ni modo. Hasta la llegada a la municipalidad luciana, del alcalde "amigo de todos, pero no de los intelectuales" me desempeñé como Coordinador Municipal de Cultura y en el área de comunicación social de mi pueblo, en lo relativo a redacción (porque como muchos saben, a causa de un cáncer de laringe, estoy privado del don del habla desde el año 2000). Pero también sigo escribiendo poesía, cuento y -desde agosto del año 2015 ya no sigo editando mi propio medio de comunicación, la Revista COTZUMALGUAPA, a la que le pusimos el apodo de "LA REVISTA DIFERENTE"-. Por lo demás, sigo pensando, escribiendo y actuando con definida inclinación de izquierda.

viernes, 19 de diciembre de 2008

FIESTEROS QUE SOMOS...

En estos días todos los que vivimos en la sociedad occidental, y lógicamente, los lucianos andamos enfiestados y no es para menos. El bombardeo publicitario nos hace pensar en términos de regalos, de festejos, de agasajos, de abrazos, de cariños (fingidos o no, eso, en todo caso es harina de otro costal) de arbolitos, de esferas, de luces de colores, de cohetes, de buenos propósitos -que a veces sólo duran unos minutos después del fugaz momento en que se expresan- de canciones que nos dicen que yo no olvido el año viejo porque me dejó una burra y una suegra, o las dos cosas juntas, de frutas secas que causan la pérdida o por lo menos el deterioro de mas de algún diente, de uvas, manzanas, serpentinas, tragos, cerveza, ron y los que para eso la fortuna les alcanza, hasta de whisky nacional o importado, de ponche, de tamal, de buñuelos en fin… son tiempos de noche buena, de navidad, de año viejo y año nuevo y ni modo, hay que estar a la altura de las circunstancias…
Y aquí en esta Santa Lucía de todos nuestros esperanzados desvelos, la cosa toma tintes de epopeya. O de lo que usted guste y mande. Lo interesante es que aquí vivimos en una permanente fiesta desde el mero inicio de diciembre, (aunque algunos le meten mas duro a la caña a partir del día de los santos, allá por el primero de noviembre, pero de eso no nos vamos a ocupar en este momento…) porque se nos va el mes sin sentirlo, como agua entre los dedos, como algodón de azúcar que se desvanece al solo toque salival de un niño entusiasmado, entre festejos religiosos a la patrona, con bailes folklóricos, tamalitos, visitas a la cofradía, tronazón de cohetes, adorno de casas y calles, procesiones donde nuestra Santa Lucía es prácticamente “sacada a bailar” por sus devotos, elecciones y coronaciones de niñas y señoritas para un montón de títulos que sinceramente no sirven casi para nada (salvos sean la vanidad y el ego familiar), verbenas, posadas, desfiles hípicos, desfiles de carrozas ( uno de estos días por nuestras pocas calles y avenidas centrales, desfilaron dos veces, camiones, unidades de sonido o pickups regular, bien, o excelentemente decorados. Una por la mañana y otra por la tarde. Como si sólo de desfiles viviera el hombre) eventos deportivos de toda clase y luego, bailes por esto o por lo otro, zarabandas, carreras de caballos, jaripeos, loterías, chingolingos, tiros al blanco (entretenimiento que en Estados Unidos será algo así como deporte nacional a partir del 20 de enero del año entrante) mujeres araña, ruedas de chicago y de caballitos, de sillas voladoras, con el infaltable acre olor característico del aceite reciclado con que se fríen las garnachas, con el sabor avinagrado de las enchiladas pletóricas de amebas, con el agradable “amargor” de las cervezas bien frías, acompañadas de un pedacito de limón escarchado con sal de paloma…
Porque, sabe qué? Estamos de fiesta en Cotzumalguapa. Y a nosotros los lucianos en esto de festejos, jelengues y de fiestas, se nos cuece aparte. Somos fiesteros y guanacos a morir. Y por eso se nos puso el apodo de capital de la alegría. Apelativo que llevamos a mucho orgullo.
No importa si en el mes de enero nos toca qué pedir prestado algún dinero para poder pagar las inoportunas colegiaturas e inscripciones de los pelones que tienen que volver a sus labores escolares… ya veremos como nos las arreglamos.
Lo importante por el momento es vivir de acuerdo con los mandatos de la prensa la tv y la radio: compre. Adquiera. Beba. Coma. Viaje. Goce. Así que para no hacernos mala leche, también desde aquí nos sumamos al ejército festejador y a todos les decimos con muy buena voluntad: feliz navidad. Y que el año 2009 no nos coja (en el buen sentido del término) desprevenidos… Salud.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Con la intencion de hacer un comentario con respecto al articulo tan interesante y que nos define (a todos los lucianos) de una manera tan puntual.
Fiesteros, si que somos, las fiestas de fin de año que tantos recuerdos me traen, a mi y estoy seguro que a todos los lucianos que como yo, se encuentran lejos de su terruño querido.
Pero de las fiestas tradicionales, tan bonitas y tan nuestras, que recordamos con tanto cariño y nos traen recuerdos de nuestra infancia, es verdad que nuevas variantes se han venido agregando a nuestras tradiciones, como tantas elecciones de reinas (con lo cual estoy totalmente de acuerdo con Don Carlos que no sirven para nada), de hecho yo no le veo ningun aspecto o caracteristica cultural enriquecedor(a).
Los desfiles hipicos de igual manera, me gustaria hacer un comentario hacia la imprudencia de los organizadores del desfile hipico, permitiendo que niños y jovenes adolescentes sin ninguna experiencia ecuestre se les pueda autorizar montar un caballo y consigo todos los riesgos de un accidente, los cuales lamentablemente ya han ocurrido en desfiles anteriores, pero que lamentablemente no hemos aprendido de las amargas lecciones que nos han dejado.
Un saludo para todos los lucianos, amigos, y familia desde algun rincon lejano en el sur de Francia,