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Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala
Nací en Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala, el 3 de enero de 1940 o sea que actualmente tengo la friolera de 76 años. Estudie la carrera magisterial, un poco de Periodismo y fui pre-graduado en Diplomacia ya que sólo me faltó para graduarme, el examen de idiomas, al que nunca me sometí. Ni modo. Hasta la llegada a la municipalidad luciana, del alcalde "amigo de todos, pero no de los intelectuales" me desempeñé como Coordinador Municipal de Cultura y en el área de comunicación social de mi pueblo, en lo relativo a redacción (porque como muchos saben, a causa de un cáncer de laringe, estoy privado del don del habla desde el año 2000). Pero también sigo escribiendo poesía, cuento y -desde agosto del año 2015 ya no sigo editando mi propio medio de comunicación, la Revista COTZUMALGUAPA, a la que le pusimos el apodo de "LA REVISTA DIFERENTE"-. Por lo demás, sigo pensando, escribiendo y actuando con definida inclinación de izquierda.

martes, 11 de agosto de 2009

ROTOS Y DESHILACHADOS…

Carlos Barranco R.

Hace unos días un amigo disertaba ante un grupo de jóvenes escolares, evocando añoranzas de sus ya lejanos años de juventud… por ejemplo, hacia mi amigo, melancólicos recuerdos de cuando era un güiro escuelero y de vez en cuando tenía que limpiar los “cajones” del empedrado de la calle frente a su casa. Algo que casi todos los patojos clasemedieros de la época hacíamos como un ritual en el aprendizaje de nuestros deberes cívicos y familiares.

Encuclillados o sentados sobre un banquito, un tetunte suficientemente grande o un ladrillo canteado, con un machete “cuto” tomado por la cacha con una mano y por la parte de abajo con la otra, íbamos metiendo la punta de la herramienta entre las piedras, para alcanzar las raíces del montecito que, como buen costeño obstinado, se aferraba con fuerza a la pródiga tierra debajo del empedrado…

Se le fueron yendo los recuerdos al disertante, hacia algunas anécdotas pintorescas de esa su edad dorada. Y entre ellas, contó que en alguna oportunidad, un personaje de esos de alcurnia elevada, llegó de visita a su casa, situada en el viejo camino real de Patulul, allá por las goteras del pueblo, en la salida hacia el Jordán o el puente del río Cristóbal.

Su madre y su padre, especialmente su padre que era el amigo del encumbrado visitante, se deshacían en atenciones hacia él, como se acostumbraba en esa época, especialmente entre la gente de mediana escolaridad. Los niños podían asistir a esa clase de reuniones, pero se cuidaban mucho de no meterse en las conversaciones de los mayores, ni de andar por allí jugueteando, y menos corriendo o escandalizando.

Mi amigo contó que en esa ocasión, a sus ocho o nueve años, él se sentía como “amishado” porque andaba con unos pantalones rotos en la parte de las rodillas. “Rotos o remendados -solían decir las mamás a sus hijos de pocos recursos- pero limpios” Y el visitante era uno de los grandes personajes de la política.

No terminaba de entender (decía mi amigo) que en la actualidad, ya no es penoso ni humillante, andar con los pantalones desteñidos, astrosos, o llenos de hoyos.

Ahora, en estos años de la informática y de los viajes interestelares, ya no es mal visto “socialmente” vestir pantalones viejos y deshilachados.

Ahora las niñas y los niños bien, suelen ir a las mas famosas “boutiques” a comprar precisamente esas prendas que mientras mas apariencia de pordioseros les puedan dar, mas caras y apetecidas son…

Y en el colmo de esos despropósitos, quiero contarle que hace unos días, como dándole la razón a mi cuate, aquel niño de los pantalones rotos, nos tocó ver a una reina de belleza asistir a una festividad importante, con su corona en lo mas alto de las sienes, con su encantadora sonrisa a flor de piel y con una minifalda de lona desteñida, arrugada y deshilachada… Y la elegancia...? y el garbo? Y las "buenas apariencias"? Dios mío… a dónde iremos a llegar?

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