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Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala
Nací en Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala, el 3 de enero de 1940 o sea que actualmente tengo la friolera de 76 años. Estudie la carrera magisterial, un poco de Periodismo y fui pre-graduado en Diplomacia ya que sólo me faltó para graduarme, el examen de idiomas, al que nunca me sometí. Ni modo. Hasta la llegada a la municipalidad luciana, del alcalde "amigo de todos, pero no de los intelectuales" me desempeñé como Coordinador Municipal de Cultura y en el área de comunicación social de mi pueblo, en lo relativo a redacción (porque como muchos saben, a causa de un cáncer de laringe, estoy privado del don del habla desde el año 2000). Pero también sigo escribiendo poesía, cuento y -desde agosto del año 2015 ya no sigo editando mi propio medio de comunicación, la Revista COTZUMALGUAPA, a la que le pusimos el apodo de "LA REVISTA DIFERENTE"-. Por lo demás, sigo pensando, escribiendo y actuando con definida inclinación de izquierda.

jueves, 31 de marzo de 2011

HABLANDO DE LA TERCERA EDAD

Colaboración de: Jaime Castellanos.

Dentro del espacio reflexivo que nos da la vida, asumo que es interesante exponer el pensamiento acerca de lo que es ese gran conglomerado al que llaman del adulto mayor, de los viejitos, de los ancianos, de la tercera edad o de los abuelitos, etc. Y es que es admirable y maravilloso lograr comprender en su justa dimensión el concepto de “Abuelitos”, porque llanamente, representan un principio y un valor exactos en el contenido mismo de la expresión; los de la tercera edad, son esos guapos señores y señoras que hoy caminan despacio, agachaditos, con cierto temblor en sus manos y piernas, y opaca claridad en sus miradas llenas de cariño.

Ellos en su mayoría, son sinónimos de responsabilidad, de temple, de carácter visionario, de buen juicio y esfuerzo; porque muchos de ellos cuando eran jóvenes, fueron responsables, trabajadores y cautos; y por eso la vida les dio el premio de que llegaran hasta donde han llegado, y obviamente, que ha estado sobre ellos la voluntad de Dios. Entre los abuelitos, hubo algunos que quizás un día ya lejano le regalaron rosas y le escribieron un poema al príncipe o la princesa de sus noches encantadas.

Y líricamente, tal vez se fueron sobre las alas hermosas de la fantasía, hacia alguna parte de la patria o del mundo, buscando un sueño o intentando en realidad sobrevivir de alguna forma. Cuántos de ellos no habrán sido sagaces o sutiles para evadir con elegancia los obstáculos en el camino de la vida. Particularmente pienso, que a esas personas a las que aprendí a querer mucho, hay que darles lo que en realidad se merecen: Nuestra máxima expresión de aprecio, afecto y hospitalidad, por ser progenitores de las actuales generaciones y de la sociedad en que vivimos.

Quizás son varias las crónicas que llenan un espacio de tiempo de cuando eran jóvenes muchos de ellos, donde en jornadas de fabulosa ilusión y dentro de sus amantes corazones juveniles, se inventaron cuentos fascinantes y fábulas de princesas encantadas y príncipes azules, y por eso creo que muchos de ellos, quizás, todavía se regalan flores en sus sueños, llenando sus almas de quimeras, suspiros y sonrisas picaronas, que seguramente les mantienen añorando el nacimiento de mágicas auroras, porque quién sabe si hoy a sus prodigiosos setenta, ochenta o noventa años, ronda por ahí un recordado amor que se quedó en secreto para siempre, pero que de todas formas, vive dulcemente en sus apasionados sentimientos.

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