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Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala
Nací en Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala, el 3 de enero de 1940 o sea que actualmente tengo la friolera de 76 años. Estudie la carrera magisterial, un poco de Periodismo y fui pre-graduado en Diplomacia ya que sólo me faltó para graduarme, el examen de idiomas, al que nunca me sometí. Ni modo. Hasta la llegada a la municipalidad luciana, del alcalde "amigo de todos, pero no de los intelectuales" me desempeñé como Coordinador Municipal de Cultura y en el área de comunicación social de mi pueblo, en lo relativo a redacción (porque como muchos saben, a causa de un cáncer de laringe, estoy privado del don del habla desde el año 2000). Pero también sigo escribiendo poesía, cuento y -desde agosto del año 2015 ya no sigo editando mi propio medio de comunicación, la Revista COTZUMALGUAPA, a la que le pusimos el apodo de "LA REVISTA DIFERENTE"-. Por lo demás, sigo pensando, escribiendo y actuando con definida inclinación de izquierda.

martes, 25 de octubre de 2011

EN RELACIÓN AL "dia de muertos"

CARLOS BARRANCO R.

Hace muy pocos días mientras viajaba por tierras del altiplano central, tuve oportunidad de ver salir de un cementerio de pueblo, a un número considerable de personas que formaron parte de un cortejo fúnebre. Y me sorprendió ver la forma como se comporta la gente de esos lugares en esas oportunidades de convivencia solidaria, en pleno siglo XXI. De alguna manera me sentí transportado a los años de mi ya lejanísima niñez.

Las personas que vi, iban saliendo del camposanto. Pero todas, o casi todas, hasta los niños, iban vestidas con riguroso luto. Y podría afirmar que no todas eran familiares del (la) fallecido (a) porque el número era bastante considerable. Es muy probable que el finado hubiese sido alguna persona de mucho reconocimiento en la comunidad.

No vi el cortejo en sí, sino como digo, nada más el final del mismo, pero imagino que durante el recorrido desde el hogar hasta el cementerio debe haber sido ordenado y respetuoso como se acostumbraba antes en mi pueblo.

En la Santa Lucía de los años 40’s del siglo pasado, todos los asistentes a un sepelio solían hacerlo con respeto y solemnidad, vestidos los señores con saco oscuro, pese al calor que siempre ha habido en nuestra región y las señoras con vestido negro, o con falda negra y blusa blanca y cubierta la cabeza con una madrileña, una pañoleta o algo parecido… y todos caminaban en silencio, a ambos lados de la calle, las mujeres de un lado y los hombres del otro, en ordenadas filas. Detrás del féretro sólo caminaban los familiares y amigos muy cercanos del fallecido. O sea que, en aquellos tiempos, llevar a alguien a su última morada, era una ceremonia revestida de respeto. Las campanas de la iglesia solían sonar con los llamados “dobles” que atronaban el ambiente tranquilo y reposado de la provincia y que se escuchaban desde los cuatro puntos cardinales de la pequeña población.

Ante el contraste de aquellas estampas grabadas en mi memoria, (Y seguramente también en la memoria colectiva) con las que se ven en los días actuales, siempre que se van acercando los días de Todos los Santos y de los difuntos se me instala en el sentimiento una especie de nostálgica tristeza, porque veo las calles y avenidas cercanas a nuestro cementerio convertidas en feria. Y pienso en los deudos de alguien que fallezca en esos días, caminando entre cables de electricidad y junto a la algarabía del público asistente, para poder llevar a su difuntito hasta el sepulcro.

(Probablemente por el paso de los años, ahora ya no quise insistir en mi anual solicitud -que por cierto nunca fue escuchada- de que se reglamentara racionalmente la instalación en esas calles, de las ventas relacionadas con la fecha (flores, coronas, macetas, etc). Tal vez en el futuro haya en mi pueblo alguien con suficiente sensibilidad social para atreverse a retomar el tema. Yo ya hice lo que pude. Aunque sin resultados. Ni modo.)

RAFAEL SANTOS JURADO

Cada año, cada familia acude a los cementerios con la nostalgia de recordar las vivencias de sus seres que dejaron huella en cada uno de sus componentes, motivando una gran cantidad de remembranzas, que aun pasados los años no dejan de repercutir en aquéllas personas que los amaron; pero también, existirán otros, que recuerden con antipatía la actuación de algunos difuntos; en fin, todo es producto de las circunstancias que le ha tocado transitar en este mundo al lado de algún difunto.

Lo interesante en estos tiempos es, comprobar que dicha celebración religiosa se ha convertido en algo más que una tradición; toda vez, que en la actualidad se ha degenerado el significado de la fecha indicada, ya que en lugar del respeto por los santos difuntos, se ha llegado al abuso insólito, de llamarle: “La Feria del Cementerio”. Todo se da, por la “maravillosa” disposición de la comuna de autorizar las ventas de toda clase de artículos, el juego desordenado de máquinas de distracción, comidas de las más exóticas, etc. Cabe resaltar que, no es disposición de la actual municipalidad, pero allí se ha ido quedando semejante adefesio de contraste, pues en ningún momento se ha podido ni se ha querido limitar el repartimiento de espacios para los comerciantes, porque el rendimiento económico para la municipalidad es rentable.

Desde luego que todos tenemos derecho a ganarnos la vida honradamente, pero sin perjudicar a los demás. Este año desde el diecinueve de octubre empezaron a llegar los comerciantes con grandes camiones donde traen todos los aperos que les servirán para instalar sus negocios, causando una gran cantidad de molestias a los vecinos que residen en las cercanías de la necrópolis municipal, tales como: estacionamiento por días, si se les permite, ya que no están dispuestos a pagar parqueo por esos vehículos, el constante martilleo en la construcción de las champas que se instalan día tras día, y que diariamente protegen a altas horas de la noche y al otro día para reabrirlos, los malos olores porque tiran a la calle cualquier clase de desechos o aguas que les han servido para la cocción de algunos alimentos, desperdicios, etc.

La verdad es que nuestra ciudad se convierte en otro mercado por esta zona, debido a la ya despreciable costumbre de habilitar a tanto buhonero en el trayecto al cementerio, causando una gran cantidad de malos ratos a los familiares que nos visitan para esas fechas, dándoles una dosis de intranquilidad por el desorden que se manifiesta en la distribución de los sitios para las ventas.
Todas las costumbres, malas o buenas se van haciendo incambiables. Traten de proteger al vecindario, señores.

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