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Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala
Nací en Santa Lucía Cotzumalguapa, Escuintla, Guatemala, el 3 de enero de 1940 o sea que actualmente tengo la friolera de 76 años. Estudie la carrera magisterial, un poco de Periodismo y fui pre-graduado en Diplomacia ya que sólo me faltó para graduarme, el examen de idiomas, al que nunca me sometí. Ni modo. Hasta la llegada a la municipalidad luciana, del alcalde "amigo de todos, pero no de los intelectuales" me desempeñé como Coordinador Municipal de Cultura y en el área de comunicación social de mi pueblo, en lo relativo a redacción (porque como muchos saben, a causa de un cáncer de laringe, estoy privado del don del habla desde el año 2000). Pero también sigo escribiendo poesía, cuento y -desde agosto del año 2015 ya no sigo editando mi propio medio de comunicación, la Revista COTZUMALGUAPA, a la que le pusimos el apodo de "LA REVISTA DIFERENTE"-. Por lo demás, sigo pensando, escribiendo y actuando con definida inclinación de izquierda.

martes, 14 de diciembre de 2010

El "poder" femenino...

(En la Revista Cotzumalguapa de diciembre 2010, en la sección "Opiniones"cuatro columnistas abordamos el tema "El poder femenino". Esta fue la columna con que yo participé)


Está fuera de toda discusión el hecho de que todo en la vida (como la conocemos) está integrado por dos potencias, la femenina y la masculina, (el yan y el yin orientales). No puede concebirse la existencia de uno sin la del otro. Vamos interrelacionados por sabias disposiciones de nuestra propia naturaleza. Y los diferencias que se han manifestado entre ambos seres a lo largo de la historia, no son sino condicionamientos de índole cultural.
Ya hubo un tiempo –largo por cierto- en que imperó el matriarcado, en el que el poder estaba en manos femeninas. De eso tenemos apenas algún recuerdo histórico en nuestro inconsciente colectivo, pero hay por allí algunos resabios de ese tiempo en que las amazonas ejercían toda clase de poder (Y vaya que era un fortísimo poder) sobre sus contrapartes. En la actualidad vivimos un claro régimen patriarcal. Que muchos denominan machismo. Pero que poco a poco ha ido haciendo menos profundas las diferencias (afortunadamente no físicas) entre ambos sexos. Y es a partir de las cruzadas pro liberación femenina, que se emprendieron durante el siglo XX, que se ha impulsado una cultura de mayor participación femenina en todos los ámbitos.
Pero ojo: una cosa es la participación de iguales por capacidad en todos los órdenes, y otra muy diferente es la repartición de oportunidades en base a una supuesta equidad. Entendámonos: las féminas tienen los mismos derechos que los hombres a participar en todo, pero sin apelar a cuotas por su sexo. Si una señora desea llegar a destacar en determinado campo, es bueno y encomiable que lo haga por sus propios merecimientos y no porque le corresponda ocupar ese sitio por el mero hecho de ser mujer. Hombres o mujeres, capaces, deben disputarse su participación en igualdad de condiciones.
No cabe duda que las féminas han ocupado por sus propias capacidades sitios privilegiados en el arte, en la ciencia, en el deporte, en la cultura, en la política. Y quienes pudieron llegar a esas posiciones privilegiadas nunca exigieron que se les admitiera por el simple hecho de ser mujeres. No. Entraron a la historia por la puerta grande esgrimiendo sus capacidades y no exigiendo que se les diera la oportunidad de figurar en base a un ridículo 50 % genérico.
Catalina la Grande, Juana de Arco, Catalina de Medici, Isabel de Castilla, Beatriz “la sin ventura”, Diana de Gales, la Madre Teresa, Mary Curié, Juana de Asbaje, Cleopatra, Juana de Ibarború, Gabriela Mistral, Evita Perón, Dilma Roussef, Angela Merkel, Indira Gandhi, Margareth Thacher, Cristina Fernández de Kirtchner, Violeta Chamorro, Mireya Moscoso, Lucrecia Borgia, Helena de Troya, Corazón Aquino, Michele Bachelett, Rosario Murillo, Golda Meir y cientos y miles mas de mujeres de éxito, en todos los momentos de la historia de la humanidad, nunca anduvieron exigiendo que por ser mujeres les correspondía ocupar esos sitiales de honor. No. No los mendigaron. Se los apropiaron por su propia capacidad.
Así que, en dos platos: bienvenidas sean las mujeres en su ascenso al poder, si lo hacen con toda honestidad y por su personal e indiscutible capacidad. Las otras, las que siguen peleando porque se les considere en las listas de aspirantes a cualquier cargo, en base a una graciosa concesión sólo porque son mujeres, mejor que se sigan preparando y que sigan luchando para que se les reconozca como una parte distinguida del cien por ciento de la humanidad. Nada que 50 % de hombres y 50 % de mujeres en la dirección de los asuntos de importancia en nuestra sociedad. Sino un 100 % de seres humanos capaces, sin importar a qué género, o mejor dicho a qué sexo, pertenecen…

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