(Carlos Barranco R.)
Este mes de septiembre es pródigo en "civismo". Por todos lados se miran las banderitas azul y blanco. En los carros. En las oficinas. En las paredes de las casas. Casi se diría que se encuentran hasta en la sopa. Pero -como mal de muchos consuelo de ...- nos conformamos pensando que eso no es privativo ni exclusivo de nuestro pueblo, ni siquiera de nuestro subdesarrollado país. Es algo regional, continental, mundial...
Lo cierto es que el mes de septiembre, aunque es el noveno mes del calendario de estudios, (digamos, el penúltimo del ciclo) en nuestro pueblo le cede ese privilegio al mes de agosto. Porque en este mes de septiembre lo que menos hacen nuestros escolares es estudiar. Se la pasan de festejo en festejo.
Fíjese usted nomás: el día seis iniciaron los desfiles. Es cierto que fueron sólo los alumnos del área rural los que entonces desfilaron. Y tambien lo hicieron el día siete. Y los que no desfilaron fueron convocados ese día a una "feria gastronómica" lo que en cristiano se entiende como una venta de comida en el parque. Digamos que fue algo aceptable.
Pero sus compañeros del área urbana, en esos días, y desde muchos antes, ya no estaban estudiando, sino practicando bailes, cantos, poemas, acrobacias, estampas folklóricas, o arreglando adornos, banderas, y un largo etcétera que serviría para "la mera hora".
Ahora bien, échele pluma a las otras activiades: el ocho hubo una Juramentación a los nuevos ciudadanos, a la que asistieron -cual debe de ser- las autoridades educativas y municipales. Un acto que encontramos adecuado y necesario.
El día nueve hubo una muestra de estampas folklóricas en las que los integrantes de una verdadera legión de "artistas", hicieron una demostración de sus habilidades danzando, cantando, quemando incienso, en fin, mostrando cómo es que se suelen celebrar algunas costumbres en otras latitudes. Bonito, entretenido, ameno y colorido, no cabe duda.
Y luego, el trece, una caminata en que las estrellas son los mas pequeñitos. Los niños de educación parvularia. Los de kinder, pues. En una actividad que congrega, desfilando a digamos, 300 niños, acompañados de 300 mamás, 300 abuelas, 600 tias y uno que otro padre...
El catorce, por la mañana, es el desfile de los alumnos del nivel primario del área urbana. Colorido como el que más. Y por la tarde se hace la "izada" (acción de subir) del pabellón nacional (entre nos, algo impropio porque la bandera nacional no debe pasar la noche a la intemperie según su reglamento de uso, pero ni modo) y a las 8 de la noche suele llegar al pueblo, la antorcha simbólica de la libertad que, portada por alumnos y alumnas del instituto Istmania, llega desde la capital entre la algazara de la muchedumbre y la quema de interminables cantidades de cohetes. Finalizando con la actuación popular ("concierto" le gusta a ellos que se le llame al espectáculo) que desde el parque ofrece un cotizado grupo musical de la capital.
El día quince es la culminación de tanto ensayo. Por la mañana el consabido desfile de alumnos de los establecimientos de nivel medio con sus bandas musicales y sus bastoneras (mejor habría que decir, con sus bellas -y algunas no tanto- bailarinas) y cohetes y música por doquier. Por la tarde se realiza la "arriada" (acción de bajar) del pabellón nacional con los honores de ordenanza y se culmina todo con profusa quema de juegos pirotécnicos, toritos de fuego y más música.
Y ya todos colmados de civismo, guardan sus ansias patrioteras, para volver a desempolvarlas en el septiembre del 2009. Aunque mientras tanto, la patria continúe igual de mal administrada y las grandes mayorías sigan sin tener dinero para comprar siquiera lo necesario para subsistir, ya no digamos para andar comprando banderitas...
Este mes de septiembre es pródigo en "civismo". Por todos lados se miran las banderitas azul y blanco. En los carros. En las oficinas. En las paredes de las casas. Casi se diría que se encuentran hasta en la sopa. Pero -como mal de muchos consuelo de ...- nos conformamos pensando que eso no es privativo ni exclusivo de nuestro pueblo, ni siquiera de nuestro subdesarrollado país. Es algo regional, continental, mundial...
Lo cierto es que el mes de septiembre, aunque es el noveno mes del calendario de estudios, (digamos, el penúltimo del ciclo) en nuestro pueblo le cede ese privilegio al mes de agosto. Porque en este mes de septiembre lo que menos hacen nuestros escolares es estudiar. Se la pasan de festejo en festejo.
Fíjese usted nomás: el día seis iniciaron los desfiles. Es cierto que fueron sólo los alumnos del área rural los que entonces desfilaron. Y tambien lo hicieron el día siete. Y los que no desfilaron fueron convocados ese día a una "feria gastronómica" lo que en cristiano se entiende como una venta de comida en el parque. Digamos que fue algo aceptable.
Pero sus compañeros del área urbana, en esos días, y desde muchos antes, ya no estaban estudiando, sino practicando bailes, cantos, poemas, acrobacias, estampas folklóricas, o arreglando adornos, banderas, y un largo etcétera que serviría para "la mera hora".
Ahora bien, échele pluma a las otras activiades: el ocho hubo una Juramentación a los nuevos ciudadanos, a la que asistieron -cual debe de ser- las autoridades educativas y municipales. Un acto que encontramos adecuado y necesario.
El día nueve hubo una muestra de estampas folklóricas en las que los integrantes de una verdadera legión de "artistas", hicieron una demostración de sus habilidades danzando, cantando, quemando incienso, en fin, mostrando cómo es que se suelen celebrar algunas costumbres en otras latitudes. Bonito, entretenido, ameno y colorido, no cabe duda.
Y luego, el trece, una caminata en que las estrellas son los mas pequeñitos. Los niños de educación parvularia. Los de kinder, pues. En una actividad que congrega, desfilando a digamos, 300 niños, acompañados de 300 mamás, 300 abuelas, 600 tias y uno que otro padre...
El catorce, por la mañana, es el desfile de los alumnos del nivel primario del área urbana. Colorido como el que más. Y por la tarde se hace la "izada" (acción de subir) del pabellón nacional (entre nos, algo impropio porque la bandera nacional no debe pasar la noche a la intemperie según su reglamento de uso, pero ni modo) y a las 8 de la noche suele llegar al pueblo, la antorcha simbólica de la libertad que, portada por alumnos y alumnas del instituto Istmania, llega desde la capital entre la algazara de la muchedumbre y la quema de interminables cantidades de cohetes. Finalizando con la actuación popular ("concierto" le gusta a ellos que se le llame al espectáculo) que desde el parque ofrece un cotizado grupo musical de la capital.
El día quince es la culminación de tanto ensayo. Por la mañana el consabido desfile de alumnos de los establecimientos de nivel medio con sus bandas musicales y sus bastoneras (mejor habría que decir, con sus bellas -y algunas no tanto- bailarinas) y cohetes y música por doquier. Por la tarde se realiza la "arriada" (acción de bajar) del pabellón nacional con los honores de ordenanza y se culmina todo con profusa quema de juegos pirotécnicos, toritos de fuego y más música.
Y ya todos colmados de civismo, guardan sus ansias patrioteras, para volver a desempolvarlas en el septiembre del 2009. Aunque mientras tanto, la patria continúe igual de mal administrada y las grandes mayorías sigan sin tener dinero para comprar siquiera lo necesario para subsistir, ya no digamos para andar comprando banderitas...
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