Carlos Barranco R.
Cómo nos da envidia de la buena cuando vemos que alguno
de los países hermanos avanza en su administración por un camino que ya
quisiéramos nosotros, transitar. Por ejemplo, señalaremos sólo dos ejemplos de
acertadas decisiones políticas tomadas en nuestro vecino del norte: México. Que
si fueran adoptadas… no digo copiadas, sino simplemente emuladas, por nuestros
gobernantes, serían de indudable beneficio para nuestros pueblos.
Uno, la legislación que permitió la creación de la
Procuraduría del Consumidor, que allá desde hace más de veinte años vigila el
cumplimiento de lo que el comerciante le ofrece al público comprador o usuario
de sus servicios y productos y realmente castiga a quien defrauda a un cliente, por ejemplo vendiéndole un producto
defectuoso o dándole como se dice, “gato por liebre”. Eso, en el terreno de las
relaciones cotidianas de Juan Pueblo con quienes le venden desde un kilo de
tortillas hasta el gas doméstico o un vehículo.
Y ai les va el mero meollo de este comentario: la
reciente legislación que ya fue aprobada por una de las dos cámaras legislativas
mejicanas: la que suprime el fuero constitucional a todos los funcionarios y
empleados públicos, menos al presidente de la república.
¿Y en qué consiste
eso del fuero constitucional? Pues es ni más ni menos que lo que aquí conocemos
como el Derecho de Antejuicio.
Allá los señores diputados tuvieron las agallas de mandar
a chiflar a su máuser a ese desagüe de la impunidad que era “el Fuero”. O sea
que en México ya no va a haber gobernadores, presidentes municipales (alcaldes,
pues), ni diputados, ni jueces, ni ministros, ni directores generales, ni nadie
que en el uso y abuso de su mandato por elección popular o por dedazo, pueda
robar impunemente, amenazar, o delinquir en cualquiera de sus modalidades y
quedarse tranquilo como Camilo, escudándose en el Fuero. O en el aquí llamado,
derecho de antejuicio.
Se imaginan ustedes queridos tres o cuatro lectores, la
tanatada de políticos guatemaltecos que se iría a ver la luz a cuadros si aquí nuestros
diputados tuvieran los blanquillos de suprimir el derecho al antejuicio?
Cuántas carreteras u obras similares se realizarían con
sus verdaderos precios si cualquier concejal
o alcalde sobrevaluador de precios pudiera mandarse a chirona sin tener
que esperar que una Corte dictamine que hay lugar a formación de causa? Casi
sería cosa de ver quién sería el que se quedaría afuera para ponerle candado a
la cárcel. ¿será que algún día veremos de verdad tanta belleza…?
Nosotros, los veteranos, ya sólo podemos soñar con esas
linduras, pero los jóvenes no deben quedarse a soñar, ellos pueden exigir y
lograr que estas y otras cosas similares se hagan realidad, sólo hace falta que
se lo propongan ¡y este es un país de
jóvenes, carajo!
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